La primer señal de sospecha que dan los medios que advierten sobre este nuevo riesgo, es que nunca citan estudios que confirmen la premisa
La vida moderna somete a cualquier ciudadano del mundo contemporáneo a vivir bajo la sombra de un sinfín de tipos de contaminación: la auditiva, la visual, la atmosférica, la ambiental. Hoy en día, se ha esparcido el rumor de un nuevo tipo de riesgo invisible: la contaminación de las redes Wi-Fi.
Los medios que reportan este nuevo peligro presentan generalmente dos argumentos. El primero gira alrededor de los presuntos niveles de radiación emitidos por dispositivos móviles, routers y otros aparatos de emisión de ondas. Estos sitios también advierten de la carga electromagnética que emiten estas máquinas, las cuales aseguran pueden tener efectos nocivos en el funcionamiento del cerebro. Sin embargo, estas aseveraciones están lejos de ser ciertas.
La primer señal de sospecha que dan los medios que advierten sobre este nuevo riesgo, es que nunca citan estudios que confirmen la premisa. Frecuentemente se pone un anuncio, de forma disimulada, donde solo se informa que no es concluyente.
El Wi-Fi pertenece al grupo de radiaciones no-ionizantes, que atraviesan el tejido humano sin hacerle ningún tipo de daño.
De acuerdo a la investigación realizada por My Press, las conexiones del tipo Wi-Fi pertenecen a una categoría de radiaciones similar a la luz visible, que a lo más, genera calor sobre los objetos con los que interactúa, a los que atraviesa, o con los que choca.
Las ondas de microondas, las de las emisiones infrarrojas, las de un celular o las de Wi-Fi se encuentran en la categoría de ondas ‘no ionizantes’; que en otras palabras significa que no interactúan con el tejido vivo. Aún si aceptamos la premisa de que las ondas Wi-Fi son dañinas, tienen una mínima fracción de la potencia de otras ondas. Sería igual de dañino estar en el rango de una estación de radio unos minutos, que pasar meses junto a un router inalámbrico.
Si bien las ondas de Wi-Fi no son dañinas, el dormir a lado de un teléfono celular sí puede serlo. Múltiples estudios han constatado que dormir junto a un dispositivo móvil que constantemente emite sonidos, genera ansiedad y estrés, la luz de la pantalla puede ser notada incluso con los ojos cerrados, y en general perturba los hábitos de sueño de las personas.